empleo; dos ingenieros serían quienes me entrevistarían. Espere mi turno y fui llamada por el más joven; quizá él tendría un lustro más que yo. Me preguntó, intrigado, si tendría problema con viajar fuera de la ciudad, ya que el puesto lo requería, y pues, siendo mujer, quizá mi condición representaría un obstáculo: “Es que a ustedes las mujeres los padres las sobreprotegen más”.
Entre risas, contesté: “No, ingeniero, no se preocupe. Yo vivo sola desde hace tiempo”. Él sólo se sorprendió. Lamentablemente, mi estancia en aquel lugar no duraría. Cuando el otro ingeniero llegó, no pudo negar su impresión al verme: “¿Cómo?, ¡Eres una mujer!”. En ese momento supe que no tenía nada que hacer ahí.
Como dije, desde hace tiempo he tenido el interés genuino de entender de qué va una situación o acción. Entiendo que soy parte de un rompecabezas sistemático y que existen, aún, ciertas creencias por las que nos toca atravesar por el hecho de ser mujeres en la ingeniería. No me lo tomé personal cuando aquellos ingenieros asumieron que por esta condición quizá no podría cumplir con mi rol en la empresa. No lo negaré, desde la universidad mis profesores se dieron a la tarea de explicarme que habría situaciones donde tendría que demostrar mi confianza y defenderme siendo una mujer ingeniera, siendo una profesionista de calidad.